El ferrocarril subterráneo (análisis del libro)


 

Continuando con la indispensable tradición narrativa sobre la esclavitud en Estados Unidos, inaugurada por Harriet Beecher con La cabaña del tío Tom y proseguida por Alex Haley con Raíces y Tony Morrison con Beloved, el escritor neoyorkino, Colson Whitehead, llega a las grandes librerías de todo el mundo con El ferrocarril subterráneo, presentándonos la historia de Cora y su terrible camino hacia la libertad.

La novela se sitúa en los años previos a la guerra de secesión norteamericana, en el Estado sureño de Georgia, en la plantación algodonera Randall. La vida de los personajes transita entre los quehaceres del cultivo, la cosecha, los caprichos del amo, el maltrato de los capataces y los raros días de fiesta en la propiedad de James Randall.

Pero la vida «apacible» de la plantación cambia cuando James fallece y su hermano Terrance, propietario de la otra mitad del latifundio, asume la administración total de las tierras. Es aquí donde se inicia la aventura de Cora, cuando toma la decisión de huir con Caesar, un esclavo recién llegado a la plantación y que ha logrado hacer contacto con un integrante del ferrocarril subterráneo.

Llegado a este punto, lo más probable es que nos salte la pregunta de rigor: ¿qué es el ferrocarril subterráneo? Para contestarla, nos adentraremos un poco en la historia dejando de lado la ficción.

El «ferrocarril clandestino o subterráneo» fue una red de ayuda y escape a los esclavos fugitivos de los Estados del sur rumbo a los Estados no esclavistas del norte y Canadá. El término ferrocarril, junto con sus analogías complementarias, fueron utilizados como metáforas por los integrantes y usuarios de dicha red. Así, a los benefactores se les llamaba «maquinistas» y a los beneficiarios, «pasajeros». Las «estaciones» eran las casas, cabañas o establos en donde los fugitivos podían enconderse, descansar y comer. Y a las rutas de escape se les llamaba «carriles», mientras que los «destinos» eran los Estados del norte y Canadá.

El gran mérito de Whitehead es tomar este retazo de la historia oculta de los EE. UU. y ampliar sus dimensiones para ver cada una de sus delicadas fibras y complicados entrelazos en una narración bien estructurada y con una disposición de elementos paratextuales que llegan incluso a representar el mapa de escape de la esclava Cora. Así que, en esta oportunidad, analizaré lo último escrito líneas arriba y luego pasaré a dar mi opinión sobre la materialización de la metáfora del ferrocarril en la novela.

La estructura y los elementos paratextuales

La obra se divide en doce capítulos: (1) Ajarry, (2) Georgia, (3) Ridgeway, (4) Carolina del Sur, (5) Stevens, (6) Carolina del Norte, (7) Ethel, (8) Tennessee, (9) Caesar, (10) Indiana, (11) Mabel, (12) El norte.

Los capítulos impares hacen referencia a los personajes secundarios de la obra, en donde se cuentan los hechos más importantes de sus vidas que justificarán su participación en la historia principal, que es la fuga de Cora. Son como narraciones satélites, que girarán alrededor de la narración capital, que el autor aprovecha para crear raccontos que dinamizarán la lectura con un clásico juego de saltos prolongados al pasado.

Los capítulos pares hacen referencia a los Estados por donde Cora transita y en donde se desarrollan los hechos principales de la novela. Cada capítulo par es una aproximación hacia el objetivo de Cora: llegar a un Estado no esclavista. Sin embargo, creo yo, es aquí donde el autor —o en todo caso el editor— comete el error de no añadir un mapa al principio de la obra para situar al lector en el contexto geográfico del personaje. Esta herramienta narrativa, llamada peritexto por la teoría literaria, es de vital importancia cuando el espacio narrativo de la novela está basado en un área geográfica real e histórica de un determinado país. Incluyamos, entonces, el mapa de escape de Cora para una mayor comprensión del texto de Whitehead:



Como se observa, el punto de inicio de Cora es la plantación Randall en el Estado de Georgia, luego tomará el ferrocarril hacia Carolina del Sur, enrumbando después hacia Carolina del Norte para llegar a Tennessee y luego establecerse temporalmente en Indiana. En los Estados en rojo se aplica la ley esclavista, mientras que el azul representa el único Estado no esclavista a la que Cora logra llegar. Sin embargo, la ley de arresto a esclavos fugitivos se aplica incluso en los Estados libertos. Por ello, los prófugos jamás se sentirán seguros en los Estados vecinos al sur y siempre buscarán irse más al norte, lejos de los cazarrecompensas contratados por los dueños de las haciendas.

Creo entonces que, para un lector no muy entendido en la geografía estadounidense, añadir un elemento paratextual como la imagen arriba expuesta sería de mucha ayuda. En conclusión, la estructura de la obra se divide en dos columnas: los capítulos que relatan los hechos anteriores al escape de Cora y los capítulos que narran los hechos presentes. No estamos ante una narración clásica de tiempo «principio-fin», pero tampoco tenemos al frente una obra vanguardista de juego de tiempos.

La materialización de la metáfora

Líneas más arriba habíamos descrito la red secreta de socorro a los esclavos fugitivos, llamado el ferrocarril clandestino, y el uso de metáforas que los involucrados utilizaban para mantener el anonimato de los bienhechores. Whitehead, en su novela, materializa la metáfora para crear en su ficción un ferrocarril verdadero que circula por el subsuelo norteamericano.

Aquí tenemos entonces un guiño al realismo mágico que no logra consolidarse como atributo de la obra, puesto que el autor no pone mayor énfasis en su desarrollo y lo utiliza como un mero decoro narrativo o quizá como un recurso efectista para sorprender al lector.

A mi parecer, la riqueza de la metáfora creada por los sujetos en los hechos históricos debió respetarse. Hacer tangible la alegoría del ferrocarril es estropear su literariedad. Y por eso, en mi opinión, esta es la parte más débil de la novela. Sin embargo, esto no desmerece su calidad exhibida en la psicología de sus personajes, las vívidas descripciones de la crueldad de los esclavistas, la ágil narración de las persecuciones, el ritmo tenso en los escondites, etcétera, etcétera.

Estamos ante una obra que forma ya parte del canon de la literatura norteamericana. Los premios National Book Award 2016 y Pulitzer 2017 lo corroboran. Colson Whitehead es un autor con una voz potente y honesta. Su último libro titulado Los chicos de Nickel le ha merecido su segundo Pulitzer. No hay duda de que conseguirá premios más importantes.

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