Sobre el dato escondido o la teoría del iceberg

Ernest Hemingway

Según Vargas Llosa —en Cartas a un joven novelista—, el dato escondido es la técnica en donde el silencio significativo del narrador ejerce una influencia inequívoca sobre la parte explícita de la historia, es una ausencia que se hace sentir y activa la curiosidad y fantasía del lector.

Según Hemingway —en Muerte en la tarde—, la teoría del iceberg consiste en silenciar cosas que se conoce (siempre y cuando el escritor sepa de lo que escribe), lo que provocará en el lector la sensación de reconocer lo faltante como si el escritor las hubiese expresado.

El dato escondido y la teoría del iceberg vienen a ser lo mismo. Sin embargo, Vargas Llosa profundizó sobre esta técnica y lo dividió en dos tipos: el dato escondido en hipérbaton y el dato escondido elíptico.

No obstante, esta técnica necesita de ciertos procedimientos para llegar a ser efectiva en su escritura. Lamentablemente, ni Hemingway ni Vargas Llosa nos muestran estos procedimientos en sus ensayos. (¡Secretos del oficio!). Así pues, nos toca descubrir los trucos del prestidigitador.

Para llevar a cabo este análisis de la técnica del dato escondido (en elipsis) o teoría del iceberg, utilizaré el cuento Los asesinos*, una de las obras que los críticos resaltan por sobre toda la narrativa del autor norteamericano.

Pasemos a analizar los procedimientos de la técnica utilizados en el cuento.

El narrador limitado

La puerta de la cafetería de Henry’s se abrió y entraron dos hombres. Se sentaron a la barra. 

—¿Qué desean? —les preguntó George. 

—No lo sé —dijo uno de los hombres—. ¿Qué quieres comer, Al? 

—No lo sé —dijo Al—. No sé qué quiero comer. 

Estaba oscureciendo. El alumbrado se encendió al otro lado de la ventana. Los dos hombres sentados a la barra leyeron el menú. Nick Adams los observaba desde la otra punta de la barra. Estaba charlando con George cuando entraron.

El narrador en tercera persona interviene en solo dos oraciones al principio del cuento para luego dar entrada al diálogo de los personajes. Luego, vuelve a intervenir entre los diálogos para indicar quién está hablando. Aquí hay que resaltar que el narrador es escueto en descripciones y no es omnisciente porque solo pudo saber el nombre de «Al» luego de que su compañero lo llamara así. Por lo tanto, estamos ante un narrador limitado que sólo puede narrar lo que ve o escucha. 

Esto se corrobora al continuar con la lectura del cuento y observar que el narrador continúa llamando al segundo asesino como «otro» , «compañero», «amigo», «hombrecillo». Hasta que «Al» pronuncia el nombre «Max». Es precisamente allí cuando el narrador empezará a llamar «Max» al segundo asesino.

—¿Así que es eso? — le preguntó Al a George. 

—Claro. 

—Eres un chico bastante listo, ¿verdad? 

—Claro —dijo George. 

—Bueno, pues no lo eres —dijo el otro hombrecillo—. ¿Lo es, Al? 

—Es tonto —dijo Al. Se volvió hacia Nick—. ¿Cómo te llamas? 

—Adams. 

—Otro chico listo —dijo Al—. ¿No es un chico listo, Max? 

—Este pueblo está lleno de chicos listos —dijo Max.

Así pues, este narrador actúa como un personaje invisible dentro de escena que relata la historia según lo van desarrollando los personajes. El narrador no sabe qué ocurre, es tan ignorante de la situación como George o Nick Adams.

El narrador camuflado

—Tomaré huevos con beicon —dijo el hombre llamado Al. Llevaba un sombrero hongo y un abrigo negro abrochado en el pecho. Tenía la cara pequeña y blanca, y los labios finos. Llevaba una bufanda de seda y guantes. 

—A mí ponme huevos con beicon —dijo el otro. Era más o menos de la misma estatura que Al. Eran distintos de cara, pero iban vestidos como gemelos. Los dos llevaban abrigos demasiado ajustados. Se sentaban inclinados hacia adelante, con los codos sobre la mesa. 

—¿Tienes algo para beber? —preguntó Al. 

—Zarzaparrilla, cerveza sin alcohol y ginger ale. 

—Me refiero a si tienes algo para beber.

Este procedimiento apenas si es perceptible para el lector común. Pero aquí está una de las mejores herramientas de Hemingway al que he llamado el narrador camuflado. Es tan simple que pareciera no tener importancia. Pero la tiene. Es la siguiente: la descripción de los asesinos se realiza entre los diálogos. El autor no utiliza un párrafo aparte para las descripciones. Luego de la raya (—) el narrador indica quién habló y luego pasa a describir someramente a los personajes, como si no quisiera ser percibido por el lector. De haber usado un párrafo aparte el narrador hubiese quedado expuesto y lo que Hemingway pretende es ocultar a éste para que los personajes cuenten la historia con sus diálogos y acciones. Es como si estuviésemos ante una obra teatral que relata su historia solo con sus actores.

La descripción interpretativa

—Un chico listo —dijo Max. Se inclinó hacia adelante y cogió el plato de huevos con jamón. Los dos hombres comieron con los guantes puestos. George los observó comer.

(…)

—Le oigo perfectamente —dijo Al desde la cocina. Había colocado un frasco de ketchup para dejar abierta la ventanilla que utilizaban para pasar los platos—. Escucha, chico listo —le dijo a George desde la cocina—. Aléjate un poco de la barra. Muévete un poco a la izquierda, Max—. Era como un fotógrafo preparando una foto de grupo.

(…) 

Nick abrió la puerta y entró en la habitación. Ole Andreson estaba echado en la cama vestido. Había sido boxeador profesional y la cama le quedaba pequeña. Tenía dos almohadones bajo la cabeza. No miró a Nick.

Como la técnica del dato escondido necesita de un narrador lacónico, la descripción interpretativa es una herramienta muy conveniente para dar una información que el lector deberá interpretar (cabe la redundancia) para darle significado a los hechos ocurridos en el cuento. Decir que «Los dos hombres comieron con los guantes puestos» es proponer al lector que los sujetos llegados a la cafetería no precisamente estaban allí para comer. Y decir «Era como un fotógrafo preparando una foto de grupo» es sugerir al lector que posiblemente los asesinos tenían la intención de matarlos a todos. La descripción de Ole Andreson: «Había sido boxeador profesional y la cama le quedaba pequeña», resume la vida de este personaje —que el lector debe rellenar con su imaginación—, y que, aunque luchador profesional y de gran tamaño (¿peso medio?, ¿peso pesado?), no es capaz de enfrentarse a los dos hombrecillos que lo quieren matar. Aquí, resalta la maestría de Hemingway al mostrarnos a dos tipos pequeños y divertidos que, no obstante, desde su ingreso a la cafetería, son una amenaza para todo aquel que se cruce en su camino. Y esto gracias al lenguaje repetitivo, despectivo e imperativo de los asesinos.

La técnica del dato escondido o teoría del iceberg necesita de ciertos procedimientos para su ejecución. Creo haber expuesto tres. Puede haber más, claro. Solo es cuestión de seguir observando las manos del prestidigitador y saber en dónde está el truco.


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