Sobre La casa de Asterión
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| El minotauro de George F. Watts |
En mayo de 1947 se
publicó por primera vez La
casa de Asterión en la revista Los
anales de Buenos Aires. Se sabe que la creación del cuento fue forzosa y
precipitado su proceso de escritura: al machote de la revista le sobraban tres
hojas en blanco y a Borges le quedaba
menos de veinticuatro horas para llevarlo a imprimir. En el trayecto hacia la
residencia de la Condesa de Brede, ilustradora de la revista, el escritor
recordó la pintura El minotauro de George Watts (se desconoce el desencadenante de este recuerdo), un artista inglés de la época victoriana, cuya biografía publicó
Chesterton en 1904.
En dicha pintura,
más que una figura terrorífica o amenazadora, se observa a un personaje
angustiado y expectante. La bestia ve algo que va más allá de los límites del
cuadro; hay un brillo en su mirada que refleja un descubrimiento —¿Un
descubrimiento de qué? ¿De las naves atenienses? ¿De su redentor? —; el hocico
lo tiene abierto y la lengua le cuelga en un gesto bobalicón; tiene medio
cuerpo apoyado sobre el alféizar y en su manaza izquierda hay una ave muerta,
que en su turbación no pudo evitar aplastar.
Junto con aquella
imagen, el escritor argentino evocaría las líneas del mito del Minotauro que
Apolodoro escribiera en su Biblioteca mitológica.
Pasífae dio a luz a Asterión, el llamado Minotauro, que tenía rostro de toro y lo demás de hombre; Minos, advertido por ciertos oráculos, lo encerró y mantuvo custodiado en el laberinto. Éste, construido por Dédalo, era un recinto de complicados ambages que confundían la salida.
APOLODORO,
BIBLIOTECA MITOLÓGICA, LIBRO III
Si continuáramos
citando a Apolodoro, nos asombraría leer que no se menciona una espada y que
Teseo debió utilizar los puños para vencer al monstruo. Imaginamos entonces a
Borges recordar lo escrito por Ovidio en su Metamorfosis, en el cual sí
aparece el arma asesina.
Al salir, el joven se encontró con Ariadna, quien subyugada por la belleza y la valentía del joven decidió ayudarle a matar al Minotauro a escondidas de su padre. «Toma este ovillo de hilo y cuando entres en el Laberinto ata el extremo del hilo a la entrada y ve deshaciendo el ovillo poco a poco. Así tendrás una guía que te permitirá encontrar la salida». Le dio también una espada mágica.
OVIDIO, METAMORFOSIS
No cabe duda de que
el maestro, gran conocedor de los libros sobre mitología griega, recordara la
obra de Plutarco, Vidas Paralelas, en donde también
se escribe el mito.
Arribado a Creta, según se escribe y canta por los más, recibiendo de Ariadna, que de él se enamoró, el hilo, e instruido de cómo se podía salir de los rodeos del Laberinto, dio muerte al Minotauro, y regresó trayendo consigo a Ariadna y a los mancebos.
PLUTARCO,
VIDAS PARALELAS
Aquí tampoco
aparece la espada. Y Ovidio no nos dice qué de mágico tenía el arma, y es justo
que Borges en su relato lo calificara según el material con el que estaba
hecho.
El sol de la mañana reverberó en la
espada de bronce.
BORGES,
LA CASA DE ASTERIÓN
No obstante, en
Ovidio y Plutarco se menciona que el número de víctimas eran catorce: siete
muchachos y siete muchachas. En Apolodoro no se dice la cantidad y se desconoce
de dónde sacó el autor los nueve hombres que hay en su cuento.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal.
IBIDEM
En todo caso, esta
misma pregunta se la formuló el crítico literario Enrique Anderson Imbert,
quien tuvo la oportunidad de entrevistarlo en 1959: «… lo consulté
personalmente sobre este punto y me respondió que ya se había olvidado del
cuento y que era muy posible que eso de los nueve hombres fuera un descuido»*.
Como hemos dicho al
empezar esta nota: la creación fue forzosa y su proceso de escritura
precipitado. De haber tenido tiempo para una revisión del texto, Borges hubiese
cambiado ese «nueve» por un «catorce», ya que para el personaje este número
tiene un significado especial.
No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. (…) Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces…
IBIDEM
Sin embargo,
también es posible que ese nueve fuera correcto, no por lo cabalístico: nueve
años, nueve hombres (tema esotérico muy usado por el escritor), sino por la
manipulación de la información del texto y los paratextos que el autor emplea
muy hábilmente para mantener ignorante al lector hasta la línea final del
relato**.
Tomando
entonces El Minotauro de Watts y
convirtiéndolo en su narrador y resolviendo eliminar toda referencia directa al
mito, Borges calculó que
el texto abarcaría solo dos hojas. Al llegar al domicilio de la Condesa, le
contó su problema y también su nuevo cuento. Ella quedó fascinada por la
historia e hizo un boceto que a él le pareció muy bonito para la revista.
(De parvis grandis
acervus erit).
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*Enrique Anderson
Imbert, « Un cuento de Borges: «La casa de Asterión»» , Revista
Iberoamericana 25 (1960): 39, nota 5.
** Nótese que manipula
la cita del epígrafe: «Y la reina dio a luz un hijo que se
llamó Asterión». Apolodoro, en su Biblioteca, no usa el título
de reina, sino el nombre de Pasífae. Introduce también un falso editor que
escribe en el pie de página advirtiendo el cambio del adjetivo numeral. Así
también, el narrador en primera persona mantiene ignorante al lector de quién
le está narrando la historia y a la vez mantiene oculto los detalles del lugar
de los hechos. No logramos identificar que se nos está hablando de un laberinto
en las descripciones de la casa. Tampoco deducimos que el personaje es un
monstruo. Intuimos sí que no es hombre normal, pero no nos imaginamos de quién
se trata sino hasta la última línea del texto con el diálogo de Teseo: «— ¿Lo
creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió».
Y es posible que el
autor no mencionara el hilo de Ariadna por la misma razón. Debió sí estar
tentado de usar un objeto tan representativo en la mitología y literatura
griega. Allí, por ejemplo, están las Moiras midiendo y cortando el hilo de la
vida; allí también, el hilo de Penélope en la Odisea; o el hilo de Aracne en su
enfrentamiento con Atenea.
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Enlace
Revista Los anales de Buenos Aires, N° 15-16. Aquí se puede leer el cuento La casa de Asterión y ver el dibujo de la Condesa de Brede.

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